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Virtualidad y política (y 5)

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Telépolis

Javier Echeverría, filosofo vasco ( ECHEVERRÍA 96), ha propuesto llamar Telépolis (ciudad a distancia) a la nueva forma de interacción social surgida en la segunda mitad del siglo XX, que comienza con la aparición de la televisión y culmina con la generalización de la Internet. Propone que las profundas modificaciones operadas en la producción, el trabajo, el comercio, el dinero, la escritura, la identidad personal, la política, la ciencia, y las comunicaciones pueden bien ser pensadas en términos de urbanismo, con ventaja para su análisis e interpretación.

Por oposición a los Estados, que están determinados por el territorio sobre el que ejercen su jurisdicción, Telépolis desborda las fronteras geográficas y políticas. Su estructura no es la de un recinto, con interior y exterior, sino la de una red de interconexiones que vincula puntos geográficamente dispersos, unidos solo por medio de la tecnología. Según esta metáfora y en inversión copernicana, podemos considerar la superficie del planeta como la bóveda de la ciudad, mientras que los cimientos de la misma estarían literalmente en el espacio exterior, por estar constituidos por los satélites de comunicaciones. Las nuevas tecnologías (informática, audiovisuales, telecomunicaciones, etc.) serían comparables a las industrias que posibilitaron el crecimiento de las metrópolis del siglo XIX (acero, petró1eo, automóviles, etc.).

Las semejanzas entre la ciudad real y la ciudad virtual son múltiples. Como en las calles de las ciudades ordinarias, mucha gente que se pasea por la Internet por curiosidad. Hay quienes se detienen ante el "sex shop"; otros participan en charlas y grupos de debate; no faltan quienes usen Internet para ir de compras.... Otros visitan universidades, museos o bibliotecas. Desde que los periódicos y revistas han dado en instalarse en la "Web", muchos ciudadanos se dedican a ojear la prensa en el telekiosco. Los jóvenes son particularmente adeptos a circular por la telecalle mayor, como siempre sucedió en las ciudades y ahora sucede en los "malls" o centros comerciales . En resumen, la Internet ofrece toda la pluralidad de formas de interacción que caracterizan a la sociedadl, incluídas las formas privadas e íntimas de interrelación. Y como no podían faltar, están también las "telecasas", lugares Web donde los escritores ponen sus libros y artículos, los pintores sus cuadros, los científicos sus últimos hallazgos, o los simples ciudadanos (famosos o no) su "curriculum vitae", los retratos de su esposa y de sus hijos, la lista de sus "hobbies" o el recuento de cómo pasaron sus últimas vacaciones. Porque el telepolita tiende a ser exhibicionista.

Como en las ciudades tradicionales, en Telépolis uno puede, dándose su tiempo, salir a buscar lo que desea. En vez del bus o el metro, el telepolita usa alguno de los magníficos buscadores automáticos de direcciones que permiten de manera muy simple encontrar con poco esfuerzo lo que uno busca.

El futuro de la virtualidad política

Si hay una enseñanza importante en el artículo de Echeverría es que el ambiente virtual de Internet ofrece una especie de resurrección del ambiente urbano de la ciudad-estado antigua, ahora a escala mundial. Si combinamos esta enseñanza con la idea esbozada hoy por mí sobre las limitaciones y carácter intrínsecamente indeseable de lo normativo y la razonable preferencia de las soluciones técnicas sobre las soluciones éticas o jurídicas, podemos llegar a la conclusión de que la Internet, y la Telépolis en formación, ofrecen una oportunidad única de volver al régimen de gobierno directo, no representativo, esbozado por la democracia ateniense varios siglos antes de Cristo.

La noción de gobierno directo como ideal inalcanzable ha estado latente en todos los defensores de la democracia representativa. La representación se aceptó, por así decirlo, como mal menor, dadas las dificultades de reunir a toda la población para discutir los asuntos públicos. Creo que los tratadistas coinciden en que la selección de un cuerpo colegiado que "representa" a los ciudadanos no deja de tener riesgos muy serios. El principal y más notado es que el representante sustituya al representado, en el sentido de que defienda más sus intereses que los de sus representados y no los consulte nunca o lo haga muy pocas veces. No obstante, en la vida práctica, por lo menos en las democracias representativas de Occidente en el siglo XX, el mayor de los riesgos parece ser otro muy distinto: es el peligro muy real de que los intereses de los ciudadanos sean sustituidos por las consignas de partido, es decir, por los dictados de una estructura partidaria que ni siquiera ha sido refrendada ella misma por el voto popular. Este peligro reduce a total ridículo el argumento favorito de los defensores de la representación: que un grupo de personas inteligentes y educadas, seleccionadas y aprobadas por el pueblo, puede velar por los intereses de los miembros del cuerpo social mejor que ellos mismos.

Recientemente tuve el privilegio de participar en un debate "impromptu" con un distinguido abogado miembro de la cúpula de uno de nuestros partidos mayoritarios, precisamente sobre este tema de la "línea de partido". Su posición, que defendió con calor e intransigencia, me dejó profundamente consternado. Sostuvo que si un elegido (diputado o miembro de consejo municipal) llega a entrar en conflicto de conciencia con la línea de partido (como la definan las autoridades partidarias del momento) queda moralmente obligado a renunciar a su posición, porque fue adquirida gracias al partido y ello implica un compromiso de total disciplina con las consignas que este le imponga.

Me llenó de zozobra ver que no aceptara para variar su posición ninguno de los argumentos, para mí totalmente convincentes, que le ofrecí como crítica. Le recordé que los puestos respectivos son de representantes del pueblo, no del partido; que son elegidos por todos los costarricenses, no por los ciudadanos inscritos como militantes partidarios; que la Constitución proscribe que cualquier grupo se arrogue la soberanía, lo que constituye delito de sedición. Que obligar a una persona a retirarse de un puesto por razones de conciencia atenta directamente contra los derechos humanos. Que su posición destruye toda posibilidad de distinguir entre partidos democráticos y partidos totalitarios. Lamentablemente, ninguno de esos argumentos logró hacer mella a su total convicción de que la imposición de la línea de partido sobre diputados y regidores es un derecho absoluto y sin excepciones.

Quedé con la amarga sensación de que hay algo fundamentalmente malo en nuestro tipo de democracia, en que tan fácilmente los "representantes del pueblo" quedan de hecho, por la fuerza de circunstancias políticas, sometidos a los dictados arbitrarios de personas que muchas veces ni siquiera fueron seleccionadas, para su posición en la "cúpula", por una consulta popular. Definitivamente, la democracia representativa no puede ser, como se dice, el mejor de los sistemas de gobierno posibles. Por lo menos no puede serlo ahora, cuando tenemos nuevos y poderosos medios de ejercer una democracia directa.

Es cierto que, hasta cierto punto, los suizos han venido practicando sin Internet, desde hace mucho tiempo y con éxito, una democracia directa en ambiente contemporáneo. Pero el medio electrónico nos ofrece la posibilidad de practicarla a los mortales comunes, no dotados del sentido común y disciplina de que han hecho gala proverbialmente los helvéticos. La humanidad ha visto la experiencia suiza como un caso de excepción, condicionado históricamente por la intraterritorialidad y la neutralidad, o hasta quizá por el aire enrarecido y espiritualizante de los Alpes. El nuevo medio y el efecto demostrativo que la Internet tiene como organización autárquica (por no decir anárquica) puedan llegar a hacer más palatables las propuestas de corte radical para la superación del gobierno representativo. Tal vez Telépolis sea la manera de recapturar la atmósfera de gobierno directo del ágora de Atenas o del foro romano, a falta de la posibilidad, en principio todavía más deseable, de superar toda forma de gobierno.

Tal vez, quién sabe, y a pesar de nuestras lacras políticas de hoy, la virtualidad y racionalidad crecientes de la especie humana nos tengan reservadas algunas sorpresas agradables para el siglo próximo. Tal vez los asuntos públicos del mañana se lleguen a poder resolver por medio de una combinación de juntas de expertos planetarias y juntas de notables locales. Las primeras estarían formadas por miembros de las mejores academias y centros de conocimiento del mundo, que solo gastarían unos minutos para evacuar una consulta especializada enviada a ellos por un órgano canalizador de consultas de interés público. Y las segundas, por las personas más afectadas por las decisiones que se vayan a tomar, que serían las encargadas de recibr los dictámenes de los expertos y hacer una recomendación a los electores. Estos tomarían la decisión final votando directamente desde su computadora. Tal vez, solo tal vez, permitámonos este sueño virtual, el mundo pueda verse pronto libre de los políticos.

MANIFIESTO
Copyright (c) 1997 Claudio Gutiérrez

Notas:

NOTA 1 En un sentido muy parecido a los enlaces en un hipertexto o en Internet; en concreto, se trataría de una oficina con unos pocos empleados y unos cuantos teléfonos y computadoras.

NOTA 2 Sobre este tema pueden consultarse nuestros trabajos GUTIÉRREZ 97c y GUTIÉRREZ Y CASTRO 92.

NOTA 3 Para una reseña muy completa y rigurosa de la historia de Internet, consúltese LEINER 97.

NOTA 4 Esta tecnología contrasta con la del circuito telefónico el cual mantiene su identidad mientras dura la comunicación. En el "packet switching" la información digital que representa el mensaje se divide en pequeños paquetes, cada uno de los cuales es enviado separadamente, con una etiqueta de dirección, por cualquier camino que esté disponible en cada lugar y momento, para ser reensamblada en el punto de llegada una vez que han arribado todos los paquetes. Recordemos que todo esto ocurre, dadas las mejores condiciones de tráfico, a una velocidad muy cercana a la velocidad de la luz.

NOTA 5 En cibernética (la teoría del control) caja negra significa un aparato cuyo mecanismo está oculto o preferimos no definir por el momento. Una caja negra se define como tal solo por sus entradas ("input") y salidas ("output").

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Autor: Claudio Gutiérrez
Enviado por webalia - 01/03/2000
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tonibetis3
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En la noche, la tentacion fue demasiado grande para el tipo y paso 'mucho' tiempo con la hija del chino...
 0   0  tonibetis3 - [04/03/2007 09:15:38] - ip registrada
2) mmmmmmmmmmmm
tonibetis3
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En la noche, la tentacion fue demasiado grande para el tipo y paso 'mucho' tiempo con la hija del chino...
 0   0  tonibetis3 - [04/03/2007 09:10:20] - ip registrada
1) Transcripción irregular
Hago notar a los dueños, lectores y sostenedores de este sitio que la transcripción de mi artículo, además de ser incorrecta en muchos puntos, transgrede mis derechos de autor al no incluir la respectiva declaración. Les ruego ponerse a derecho haciendo una correcta transcripción que incluya los enlaces originales y la declaración de copyright.
La dirección original del artículo es
http://claudiogutierrez.com/Virtualidad_y_politica.html
Muchas gracias.
 0   0  Claudio Gutiérrez - [02/11/2004 13:13:39] - ip registrada
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