185.000.000.000 pesetas es el dinero que Microsoft se gastará en promoción para convencernos de que Windows XP es maravilloso y aporta algo nuevo. Los medios de comunicación que se lleven una parte del pastel están de enhorabuena. Los usuarios, empresas y organizaciones pueden prepararse, no sólo para la habitual tiranía, sino para un expolio en toda regla. Caerán en las redes tejidas por sus hábiles vendedores y las campañas de marketing que se ciernen sobre nosotros. Es el inicio de un túnel sin salida.
Este nuevo Sistema Operativo aporta, en algunos aspectos, una evolución tecnológica, sin embargo, sus lados oscuros son nefastos para la construcción de una sociedad de la información libre y abierta. En primer lugar, su instalación queda vinculada exclusivamente a un único ordenador. Si cambiamos de ordenador deberemos adquirir otro. El proceso de registro será obligatorio y se realizará por Internet o telefónicamente. Así, Microsoft, se hará con una gigantesca base de usuarios de todo el mundo. El Gran Hermano orwelliano ha llegado.
Los fabricantes de ordenadores darán saltos de alegría. XP necesitará de ordenadores más potentes y con más capacidad. Será necesario ampliar o cambiar los existentes. Aproximadamente un gigabyte de datos serán necesarios sólo para que el usuario lo pueda encender. ¿Qué esconde esa necesidad de tanta información?
Si navegamos con él por Internet, todo estará orientado a que acabemos, por arte de magia, en los sitios de Microsoft, nos registremos obligatoriamente en sus servidores, vayamos a sus sitios de compras y usemos sus herramientas. Esta telaraña envolvente llevará a Microsoft a un monopolio casi absoluto de la red. Los que nos resistamos hasta el final estaremos obligados a cambiar cuando recibamos información y datos que sólo podamos ver con este nuevo sistema operativo. Así, Microsoft, agrandará su particular bola de nieve.
Desgraciadamente el futuro será todavía peor. El futuro se llamará .NET, y llevará a los usuarios a un monopolio de facto. Esos productos estarán tan orientados a Internet que aplicaciones y datos ya no residirán en nuestro ordenador, sino en los servidores de Microsoft, y pagaremos un canon mensual o anual para poder usarlos. Si no hay pago no hay acceso.
La sociedad de la información puede llorar. El eXPolio digital ha llegado, eso sí, envuelto en un precioso papel de regalo y aderezado de supuestas ventajas imprescindibles.